lunes, 11 de agosto de 2014

9° DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

"...En los momentos de dificultad es cuanto más preparados estamos para recomenzar la vida de fe con profundidad. Sin embargo lo que Cristo nos propone muchas veces nos asusta. Nos habla de los mandamientos, de las Bienaventuranzas, nos invita a la Confesión y a la Comunión, nos invita al arrepentimiento. Y nosotros que somos capaces de enfrentar las tempestades de la vida, que podemos sin dudar encarar largas marchas hacia el Bien, sin embargo, a veces, temblamos y dudamos. En ese momento le exigimos pruebas a Dios. Aprendamos de esto, lo que el Señor nos muestra de los Apóstoles. En nuestras dificultades, en las tempestades, el Señor se nos aparece y no siempre nos parece lo mejor.

La fe tiende a desinstalarnos, a romper muchos de nuestros planes, pero no temamos, no comencemos a gritar asustados. Lo que nos propone Cristo, la presencia de Cristo en nuestra vida vendrá a calmar la tormenta, a hacernos llegar a buen puerto, a superar todo aquello de lo cual nosotros nos creemos capaces, pero que no podemos. La tempestad en efecto es más fuerte, pero el Señor es más fuerte que la tempestad. 

Por eso reconozcamos al Señor, ya no con gritos, sino con alabanzas, porque Él está en medio de nosotros y nos invita a la comunión, a estar en unión con Él. Pero no es una unión cualquiera, sino que viene cuando lo reconocemos como los Apóstoles postrados en tierra diciendo tú eres el Hijo de Dios, he visto tus obras, y he creído en quien eres Tú. Has aparecido en mi vida, te dejo entrar, me postro ante tí y soy levantado. En cuanto la tormenta no me preocupa más, y me dedico a recibir al Señor en mi corazón, he aquí que la tormenta desaparece, y llego a feliz destino..."

jueves, 7 de agosto de 2014

8° DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

"Las personas que miran el Evangelio como si fuera nada más que un relato mitológico o sociológico, quieren hacer creer que el milagro consistió en que cada uno sacó lo que tenía guardado, y eso no sucedió. Sucedió que el Señor concretamente multiplicó lo que está fuera del alcance de los hombres. El pan visible y concreto se multiplicó por el poder de Dios, en esto consiste el milagro. Sino, no sería milagro...
Vemos entonces a los Apóstoles, repartiendo aquello que Cristo da. Vemos a la multitud que caminó desde lejos sin pensar qué iban a necesitar. Estaban tan necesitados, y buscaban con tanto deseo a Jesús que ni siquiera habían pensado que habrían de comer. Dios se ocupó de ellos.
Nosotros no podemos ser menos, ya que somos alimentados por el Pan de la Eucaristía cada domingo, conocemos al Señor, tal vez imperfectamente, tal vez estamos necesitados de más gracias de sanación, de conversión, de que nuestro espíritu se transforme, la metanoia, metania. Nuestro espíritu se ha transformado por la intervención de la gracia, pero ya conocemos al Señor. Hemos recorrido un largo camino, pero hemos gustado de su Resurrección, y de su fuerza, su poder y su amor.
Pues, para seguir en el camino, tenemos que pedirle fe. Porque corremos el riesgo de acostumbrarnos, y de que nos pase lo que le pasa a tantas personas que se acercan a Cristo en la Iglesia, y luego se empachan, se atoran, se confunden. Quieren primero llegar para Cristo, y después la amistad o falta de amistad con el sacerdote, los alejan. NO. No los alejó el sacerdote, se aleja uno por no amar más a Dios por sobre todas las cosas. Porque tal persona está al lado mío, o porque tal otra se fue. Eso es falta de fe y muestra que he construido sobre arena. Yo pecador, he construido sobre arena. He afirmado mi vida religiosa en Cristo en un apoyo humano nada más, no tengo fe ni la tuve. Solamente me apoyé en mis fuerzas. NO me entregué. La fe debe ser probada. Nuestra fe tiene que ser probada. 

O, yo vengo a pedir tal gracia y tal curación, y miren cómo estoy?. NO les ha pasado, a muchos les pasa: vos que vas a la Iglesia, mirá como te va.... Cómo nos iría si no fuéramos a la Iglesia. Cómo nos iría si no siguiéramos al Señor hasta el desierto, dónde el se ocupa de nuestra alimentación?.
Qué dichosa es nuestra desdicha, que hace que salgamos de nuestra casa, nos levantemos temprano, que busquemos a Cristo en el Altar, y no la desdichada dicha de otros, que hace que se queden en su casa, se contenten en sí mismos, se regocijen en su dinero, en su salud, en sus logros, y se pierden a Cristo. Qué gracia extraordinaria la cruz que nos ha tocado, qué bendición enorme que nos saca de nosotros mismos, y nos dispone para la Gloria del Cielo. Ahora como los Apóstoles, una vez alimentados, corramos a llevar el pan de Cristo a los que vagan solos, hambrientos, desnudos, enfermos, en este desierto. Que el Señor mueva vuestros corazones para llevar el Pan de Cristo a otros, y que otros crean en Él por la palabra de ustedes. Amén."

8º desp. de Pentecostés Sto. Profeta Ezequiel (+ s. VI a. C.) Stos. Simeón y Juan, Locos por Cristo (+ s. VI) Lectura Apóstol: Rom.13,1-19 1 Cor. 1,10-18 Eva...
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