Qué sabio, qué amoroso que es Dios cuando nos señala las faltas cuando podemos cambiarlas, que nos señala, que nos marca el buen camino. Hoy tenemos culturalmente algunas costumbres horribles, por lo menos en la Argentina. Cuando alguien nos enseña algo, nos enojamos porque nos está retando. Esa es la disposición de alguien que se quiere ir al infierno, enojarse porque le enseñan. Y mucho más enojarse porque lo ayudan a caminar derecho, revelarse. Eso es un movimiento diabólico, esa es una pasión diabólica. "Me sacaron de mi pereza, yo estaba cómodo". Eso es una mala pasión. Y eso nos impide muchas veces a nosotros permanecer en la Iglesia. Nos convulsionamos cuando las cosas no se someten a nuestro capricho. Y de capricho en capricho no se va al Cielo.
Santa María lo entendió. Ella cuando no era santa, que era de esa clase de persona que nosotros diríamos: "¿ésta vino a la Iglesia?". Alguien de esas que nosotros consideramos mucho peores que nosotros. Y sin embaro ella entendió perfectamente lo que Dios le quería decir. No sólo eso, sino que se lo tomó tan a pecho, que vivió una vida de sacrificio y de oración tan grande, que hoy es nuestro ejemplo. Esa que nosotros miramos con el ojito así, de soslayo, diciendo, mmm! Esa. Esa entendió tan claro lo que Dios quiere y el amor de Dios que hoy es nuestro ejemplo, hace siglos, esto pasó hace como 1500 años.